Las encuestas ratifican la baja competencia comunicativa de los españoles, pero según los expertos hay motivos para el optimismo. Descubre qué puedes hacer para mejorar tus habilidades comunicativas
“How good would you say your English is?” (¿Cómo calificarías tu nivel de inglés?) es una pregunta recurrente en las entrevistas de trabajo, y quizá no existan demasiados motivos para ser optimistas respecto a la respuesta: con un 55,46 de nota media, España ocupa la 35ª posición a nivel mundial y la 25 (de 33) en Europa, a la cola del continente, según las conclusiones del Informe EF EPI 2019, elaborado anualmente por la empresa de enseñanza de idiomas Education First. Y según Eurostat, casi la mitad de los españoles (el 45,8 %) afirma no conocer ninguna lengua extranjera. Pero ¿es el inglés medio de los ciudadanos tan bajo como parecen apuntar los datos?
Respecto al informe de EF, hay que puntualizar que, si bien se basa en la respuesta de 2,3 millones de europeos, “no se trata de una muestra aleatoria, sino que proviene de personas que tomaron la iniciativa de ir a nuestra web y hacer el test de nivel”, reconoce Xavier Martí, director de EF en España. En cualquier caso, no son los únicos datos que apuntan en ese sentido: más allá de los números, hay que estudiar los matices. Hasta hace muy poco, el sistema educativo español siempre había favorecido una enseñanza predominantemente gramatical (y para muchos tediosa), aunque los expertos consultados coinciden en señalar un giro metodológico que hoy prioriza “un enfoque mucho más comunicativo, que incide en el uso del idioma en situaciones de comunicación real. Hay una mayor atención al desarrollo de la expresión oral, facilitado por la introducción en las aulas del auxiliar de conversación”, apunta David Bradshaw, responsable de servicios de evaluación de Cambridge Assessment English. Tanto Bradshaw como Miguel López, director del Language Center de la Universidad Europea, señalan que los alumnos demandan cada vez menos cursos de niveles iniciales y más otros de mayor exigencia, como el B2 o el C1.
“La buena noticia es que vamos mejorando poco a poco”, señala López. “Además, los padres también son más conscientes de la importancia que tienen los idiomas para el futuro de sus hijos, y por eso deciden complementar su aprendizaje con clases extraescolares o con algo tan simple como ponerles los dibujos animados o sus series favoritas en inglés”. Un cambio lento cuyos frutos, no obstante, puede que no sean visibles antes de cinco o diez años, y siempre dependiendo de la actitud que tomen las distintas administraciones. “No mejoramos a la velocidad adecuada, y esto es así porque, entre otras razones, desde el Gobierno de Zapatero (cuando, entre 2008 y 2010, hubo muchas becas) no ha habido una apuesta clara por el aprendizaje del idioma, como sí lo he visto en otros países como Chile o Costa Rica, donde lo han hecho una prioridad de gobierno”, esgrime Martí.
¿Es la falta de conciliación una excusa?
Como cada año por estas fechas, muchos empiezan a hacer una lista mental llena de buenos propósitos para el año nuevo. Y entre ellos, invariablemente, está el “aprender inglés”. Sin embargo, las largas jornadas laborables, las dificultades para conciliar la vida profesional y familiar y el hecho de que adquirir un idioma sea una carrera de fondo convierten en muchos casos esta buena intención en poco menos que una proeza. Pero no es tan imposible como parece: más que una falta de tiempo, probablemente se trate de no haber sabido encontrar los materiales adecuados.
“Cuando la gente dice “no tengo tiempo para aprender inglés”, lo que realmente te están diciendo es que el inglés no es una prioridad en este momento. Si tienen tiempo para subir posts divertidos a las redes sociales, también lo tienen para aprender inglés”, sostiene Buffi Duberman, una profesora de inglés que desarrolla su labor de coaching lingüística entre políticos, celebridades y CEOS en Holanda. “Hay muchísimos materiales disponibles en Internet, pero como nadie está ahí viéndote, dependerá de tu compromiso. Dedicar cinco minutos diarios de atención exclusiva al inglés es mejor que una hora un día a la semana”.
Ahí está una de las claves: entender y aceptar que, cuando se trata de aprender otra lengua, no existen fórmulas mágicas. Hacen falta esfuerzo, constancia y, sobre todo, toneladas de motivación. “El aprendizaje es siempre más eficaz cuando engancha al alumno a nivel afectivo, cuando tenemos una respuesta emocional positiva ante lo que estamos estudiando”, asegura Bradshaw. Ver series o películas en versión original y buscar blogs sobre temáticas que sean de interés (como los videojuegos) son solo alguna de ellas. También conviene buscar oportunidades para interactuar en el idioma (a través de actividades extraescolares, intercambios, etcétera) y fijarse metas realistas que no tengan tanto que ver con objetivos gramaticales como comunicativos: ser capaces de hablar sobre nuestra vida cotidiana o de pedir en un restaurante, por ejemplo.
Actualmente existen muchas apps para practicar, aprender vocabulario e incluso hacer intercambios de chat y de vídeo, pero “al final, en cualquier caso, llegará un momento en el que hay que salir al extranjero, si se quiere aprender un idioma al nivel que exige la economía globalizada en que vivimos”, afirma Martí. “La correlación entre el desarrollo tecnológico de un país, su capacidad de innovación y el nivel de inglés es cada vez más clara”. Desarrollar, en definitiva, las habilidades necesarias para defender ideas y argumentos, superar una entrevista de trabajo en inglés o realizar una presentación en ese idioma.
Mantener la motivación es, sin duda, uno de los mayores desafíos entre los estudiantes de idiomas adultos. “Numerosos estudios afirman que estos encuentran una gran satisfacción en los niveles iniciales, ya que experimentan un gran avance en un periodo relativamente corto. Sin embargo, una vez alcanzado un nivel intermedio, esta sensación de avance y aprovechamiento se difumina”, reflexiona López. Entonces, si se quiere seguir avanzando, se hace necesario dar un paso más, aumentar la exposición al idioma y convertirlo en parte de nuestras rutinas diarias, ya sea escuchando podcasts o programas de radio en inglés, viendo entrevistas en YouTube, leyendo periódicos o cambiando la configuración de Netflix a versión original, con o sin subtítulos en el idioma (y no, nada de español).